Generalmente cuando iniciamos una relación en algún momento nos pasa por la mente si ese hombre será el compañero de nuestras vidas para siempre, creamos mil historias en nuestra imaginación y aveces, en algunas ocasiones comenzamos a enamorarnos solamente de una ilusión.
Aquí es donde les abro mi corazón y les cuento que en algún momento me sucedió, inicié una relación con una persona que parecía la ideal para mi sólo porque teníamos muchas cosas en común, porque era trabajador, no le gustaba el alcohol, era amable, teníamos las mismas creencias... ¿Qué podía estar mal?
Y es aquí donde te digo que si bien en la primera cita no vas a hablar de una boda, sí debes tener presente que si ese es el deseo de tu corazón es necesario que lo externes cuando la relación vaya tomando confianza. Las primeras citas de una futura relación son vitales para saber hacia donde irá la misma y creéme es un buen momento para hacer preguntas, te evitarás muchos dolores de cabeza.
Yo cometí el error de no tocar el tema, dí por hecho las cosas y me empecé a enamorar de una ilusión, entonces aprendí algo: No porque un hombre parezca lindo quiere decir que tiene los mismos intereses que tú, mucho menos los mismos deseos. Hice planes en mi mente, estaba segura que lo que seguía después de un año de relación era comenzar a hablar del futuro y mucho más al estar tratando con un hombre algunos años mayor que yo. Fue ahí donde me enteré que ese hombre no tenía la más mínima intención de formalizar absolutamente nada, mucho menos casarse pues no lo deseaba y no era un plan en su vida. Todo surgía porque el matrimonio de su hermano había fracasado y él estaba "seguro" que sucedería lo mismo si el tomaba la decisión de formalizar una relación. Eso me hizo shock por completo, me quedé helada y no supe qué hacer. Entonces me dí cuenta que me había hecho ilusiones falsas sobre algo que nunca existió. Eso fue doloroso, son heridas en el alma que solamente Dios puede sanar.
Afortunadamente había personas correctas cerca de mi que me ayudaron a redireccionar, mi alto refugio fue Dios y su presencia, recordar que él me amaba aún a pesar de todo el desastre y que Él me llevaría a cumplir uno de los sueños más dulces de mi vida. Las heridas sanaron, floreció en mí una mujer más fuerte y madura, mis convicciones se hicieron aún más fuertes y mi deseo más profundo. Decidí no amargarme solamente por una experiencia y que era un hecho: ¡lo mejor, estaba por venir!